martes, 24 de julio de 2007

Involución de la iglesia católica chilena (Le monde diplomatique)

Deriva conservadora en la Iglesia Católica chilena
por Álvaro Ramis

CUANDO LA SAL PIERDE SU SABOR

La Iglesia Católica chilena se ganó durante los años setenta y ochenta un merecido prestigio internacional por su defensa de los Derechos Humanos y por su decidido compromiso con la democracia y la justicia social. Esta actitud no fue una sorpresa en América Latina.
Ya en los años cincuenta varios obispos y sacerdotes chilenos manifestaban un fuerte compromiso con causas sociales que les llevaron a enfrentarse a los intereses de la elite conservadora, como el recordado Obispo de Talca Manuel Larraín, precursor de la reforma agraria, o el mismo San Alberto Hurtado, tan venerado en este tiempo pero también tan denostado por la derecha durante toda su vida. O el caso excepcional de Clotario Blest, fundador de la CUT, y profeta popular. A partir de este tipo de experiencias, una parte importante del catolicismo chileno buscó formas concretas para hacer de la Iglesia “Sal y Luz” (Mt. 5, 13-14) en un tiempo de cambios revolucionarios.
"Fueron años dorados, fue maravilloso", recuerda Mons. Jorge Hourton, al comentar los días en que ejercía como Obispo auxiliar de Santiago, junto al Cardenal Raúl Silva Henríquez. Eran los tiempos en que él y otros prelados decidieron transformarse en "la voz de los que no tienen voz", frente a una dictadura que clausuró el Parlamento, proscribió los partidos y sindicatos e inició la persecución de quienes apoyaron al Gobierno del presidente Salvador Allende. Sin embargo, en su memoria se mezclan también el dolor y la insatisfacción por la evolución que esta Iglesia ha vivido en los últimos años.
Los choques entre Pinochet y el Episcopado se acentuaron día tras día a partir del 11 de septiembre de 1973. Ya en abril de 1974 el Cardenal Silva Henríquez recibió sus primeras amenazas de muerte, y en muchos otros casos la situación llegó mucho más lejos que al nivel de las amenazas. Es que para la dictadura el poder de la Iglesia resultó ser un frente muy difícil de dominar. Como el mismo Pinochet recordó en 1998, para relacionarse con la Iglesia “puse a un general, después a otro y a otro. No daban resultado, porque todos son medio pechoños. Agachaban la cabeza. Yo no les agachaba la cabeza porque los conozco”.
Sin embargo, sería un error pensar que la Iglesia Chilena fue en ese tiempo un todo compacto y homogéneo. "No todos los miembros de la Iglesia Católica resistieron a la dictadura. Una parte, la más integrista, la defendió; otros, en cambio, se mantuvieron en la ambigüedad que les hace cómplices" recuerda el historiador David Fernández. Sin embargo, son los “integristas”, y los que nunca se pronunciaron quienes han tomado el protagonismo en la Iglesia Católica en la post dictadura...

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